“Si te dan el servicio gratis, entonces el cliente no eres tú”. Es el dicho que funciona últimamente como driver de todo el mundo de internet. Ahora tenemos e-mail gratuito, buscadores gratuitos, mensajería gratuita, redes sociales, enciclopedia actualizada al segundo, administración de tus finanzas personales, etc. Todo gratis, sin desembolsar un peso.
En todos los casos anteriores salvo el de la Wikipedia, el financiamiento se hace vía otros clientes: Google, Twitter, Whatsapp, Facebook, todos ellos tienen gastos enormes: personal, equipo, matenimiento, ancho de banda. Alguien tiene que pagar las cuentas y no es precisamente un millonario excéntrico que, movido por la culpa de haber hecho su fortuna por algún medio ilícito, desea dejar un mundo mejor antes de morir (cualquier semejanza con el scripts de series gringas de misterio y detectives es meramente casual).
Mucha gente me pregunta “¿…y entonces cómo hace dinero Facebook, si todo es gratis?” Para quien haya sufrido, digo tenido la suerte de trabajar en campañas de marketing modernas, es fácil saber que los enormes ingresos de Facebook vienen de los anuncios laterales que aparecen en cada página del sitio y por los que las marcas, artistas y candidatos desembolsan dinero ahora que los “Likes” son los lingotes de oro de internet.
(De hecho me pregunto, al ver que los noticiarios también le han entrado al juego absurdo de presentar estadísticas de popularidad basadas en followers y likes, si se dan cuenta de que están trabajando para Twitter y Facebook. No, no me contesten.)
Si uno mira bajo esta óptica los cambios que hacen estos sitios, aguantando reclamos de sus usuarios -que no clientes-, arriesgando su popularidad por implementar políticas más agresivas de publicitación de marcas, compartición de tus datos personales, etc, es más claro entender cuál es esa no tan oculta agenda que los motiva. De hecho casi nunca estos sitios implementan un nuevo servicio por el que piensen cobrar: todo es “gratis”. Sólo cuando el servicio es de utilidad exclusivamente para el usuario, le ponen un precio. Pero en general intentan absorber incluso estos gastos (véase la cantidad de servicios incluidos en los Facebook Fan Pages, por los cuales no cobran ni un centavo).
No ser el cliente tiene sus grandes desventajas. Jamás te van a consultar o pedir aprobación cuando sea necesario hacer modificaciones, cambios en el diseño ni darte acceso a funcionalidad privilegiada en el sitio (¡imagina que por una cuota mensual Google te mostrara mejores resultados en tus búsuqedas o que por $100 quincenales pudieras obtener ese Santo Grial de las redes sociales, el “Quiero ver quién visitó mi perfil”!)
Tampoco es muy probable que, no siendo el cliente, alguno de estos sitios te dé un trato especial si por error borraste todos tus mails o encontraste un espantoso “bug” que no te permite subir una foto al perfil si el archivo viene con acentos. Es, básicamente, el mundo de “aprovecha lo que te damos y no te quejes”.
Entonces, ¿cómo sí puedo hacer que me escuchen si no estoy de acuerdo con algo?, te estás preguntando. Creo que hay dos respuestas: quejándote desde algún púlpito suficientemente visible, o hacerlo en bola. Lloriquear en Twitter porque Whatsapp a veces no funciona es poco efectivo si tienes 84 followers, pero si tienes 200,000 la cosa cambia (véase el caso de Alec Baldwin y American Airlines, que por cierto le rebotó en el trasero a don Alec, pero eso es también una consecuencia de ser un blanco tan visible). Con todo y su banalidad, para eso pueden servir los TTs, los memes, los likes. Es difícil hacer que tu voz se escuche entre tantos gritos, susurros y murmullos, pero nunca sabes si esa frase tonta que pusiste en un cartel amarillo imitando los de la librería Gandhi va a tener al día siguiente 50,000 comments en tu Tumblr.
Y creo que lo mismo se puede aplicar a la política, a las elecciones, a la participación ciudadana. Está claro que ningún político trabaja para ti, ni para tu comunidad, ni tu estado. Todos trabajan para ellos mismos, para el partido y para los reflectores. Necesitan, como Google+, que te unas a ellos, que te cambies de bando, que por lo menos los tengas presentes. Necesitan que les votes, y para eso tienen que presentarse como opciones atractivas, intentando decir y proponer algo que le resulte atractivo a la mayor cantidad de personas, mientras en los medios se presentan como los paladines de la justicia, el honor del país y la defensa de los entuertos. Quizás en lo oscurito negocian con los poderosos y los que saben cómo manejar un país o una dependencia, pero al final no gana quien hizo mejores planes de gobierno ni el que será capaz de pensar claro cuando 50 reporteros le pregunten algo que no venía en el Acordeón Maestro de Preceptos Enlatados que practica todas las noches frente al espejo.
Así que: por supuesto que sirve de algo votar. Por el menos malo, si así lo quieres ver. Por el que no se va a volver loco con tanto poder ni se va a obsesionar con sólo una de las responsabilidades de su trabajo. Por el que será capaz de armar un gran equipo de trabajo y sepa manejar ante los medios cualquier impasse propio o ajeno. Pero no sólo hace falta votar. También hay que reclamar, organizarse, pararse de la silla en la que estás leyendo esto y hacer bola junto con otros 100, 500, 10,000 con los que coincides en tu molestia. Sí, sirve de algo ser activista de red social: a veces ahí empieza la atención a moverse hacia algún tema. Pero a veces hará falta hacer algo un poco más asertivo. Más preciso. Y darle poder a los buenos periodistas, a los buenos medios, a los que hacen bien su trabajo y sabrán quejarse desde su tarima. Sí hay, y varios.